Aunque las adolescentes pueden destacar en numerosos deportes, algo que no asociamos con una muchacha de su edad es el desarrollo muscular excesivo. Por ejemplo, las gimnastas tienden a ser miniaturas: 40 kilos maravillosos de agilidad y coordinación, que hacen parecer a la mayoría de los «jockeys» masculinos casi como King Kong. Las adolescentes poseen gran cantidad de habilidades atléticas, pero el desarrollo de músculos masivos no es una de ellas.
Por eso, cuando alguien conoce por primera vez a Alphie New-man, de 19 años, pueden aceptar que es una gimnasta y creer que se ha tomado muy en serio el entrenamiento de ballet, pero se quedan sorprendidos cuando descubren que ha ganado los Campeonatos Culturistas NPC para Adolescentes 1991, y mucho menos que haya obtenido ocho récords mundiales de «powerlif-ting».
«Están acostumbrados a ver mujeres culturistas grandes y muy desarrolladas», —explica Alphie—, «como Lenda Murray o Cory Ever-son. No tengo ese tamaño muscular y, a menos que haga dieta para competir, me es difícil mostrar tanta definición. Hay veces que me resulta incluso complicado convencerles de que soy una culturista seria.»
Carey Hensley, que ganó el título para adolescentes en 1990 y está compitiendo ahora en pruebas abiertas NPC, ha tenido muchas veces la misma experiencia. «Cuando competía como adolescente, —asegura— estaba musculada y seca pero no era grande. Por lo tanto, cuando vestía ropas normales que cubrían mi muscularidad y definición, la gente me decía cosas como ésta: eres muy pequeñita y no abultas nada, ¿cómo puedes ser culturista?.
Paula Piwarunas también fue una competidora adolescente no hace muchos años, y está entrenando y compitiendo ahora por títulos nacionales NPC. «Al entrenar realmente duro, —afirma— y hacer dieta estricta durante mucho tiempo, fui capaz de conseguir una buen definición incluso como adolescente. Pero no era capaz de desarrollar tamaño muscular grande, ni tampoco lo hacían la inmensa mayoría de las otras chicas contra las que tenía que competir».
EL MÚSCULO Y LAS ADOLESCENTES
Desarrollar músculo es algo muy difícil para las adolescentes, lo que no significa que las chicas de esa edad no puedan entrenar con pesas y obtener grandes beneficios de ello. Cada vez son más las muchachas de menos de 20 años que utilizan el entrenamiento con resistencias progresivas, como parte de sus programas generales de puesta en forma. Y siempre consiguen resultados. El entrenamiento con pesas les permite tonificarse, ser más esbeltas y fortalecerse. Eso les proporciona mejor aspecto, haciendo que se sientan mejor, incrementen la confianza en sí mismas y potencien sus capacidades deportivas.
El culturismo utilizado en ese sentido —como programa de ejercicio, en lugar de como deporte— no sólo es una fórmula excelente para que las adolescentes se pongan en forma, sino que es una de las mejores maneras.
Sin embargo, el culturismo como deporte, donde la capacidad para desarrollar músculo es importante para el éxito, ya es otra cosa. El deporte del culturismo consiste en explorar los límites del cuerpo para el desarrollo estético del músculo. Produce un aspecto muy característico y especializado, un tipo de desarrollo físico diferente del que tiene el cuerpo normal, que podríamos comparar con el de las voces adecuadas para la ópera al parangonarlas con las normales.
Pero la gran mayoría de las adolescentes, incluso las más atléticas, son incapaces de desarrollar ese aspecto culturista caracterizado por músculos densos y grandes y muy poca grasa corporal. Por eso, y aunque se tratase de muchachas muy motivadas, les sería imposible conseguir un físico de competición y emular a las grandes campeonas como Lenda Murray o Laura Crea-valle.
«Yo me considero bastante muscular —dice Alphíe— y el hecho de que haya sido capaz de conseguir ocho récords mundiales de "po-werlifting" demuestra lo fuerte que soy para mi tamaño. Pero cuando me pongo al lado de las grandes culturistas femeninas amateur o cualquiera de las profesionales, me siento como un bebé. Soy tan alta como muchas, pero ellas poseen una densidad y un relieve en sus músculos que supera con mucho los míos.»
Las razones de esta realidad se explican por la fisiología y bioquímica básicas. La adolescencia trata a los chicos y a las chicas de manera muy distinta. El cuerpo del adolescente produce una gran cantidad de hormonas masculinas. Así crece, se fortalece y se hace más pesado, pudiendo durar el proceso hasta principios de sus años 20.
Por otra parte, las adolescentes entran en la pubertad antes pero crecen durante un tiempo mucho más reducido que los chicos —una de las razones por las que las mujeres tienden a ser más pequeñas que los hombres—. En términos de evolución, una chica que todavía está creciendo tiene menos energía para poder dar a luz y nutrir a los hijos que una cuyo proceso de crecimiento haya finalizado. A lo largo de millones de años, esto se ha convertido en una ventaja para la supervivencia.
EL ESTROGENO Y LA TESTOSTERONA
El estrógeno, la hormona femenina primordial, ejerce un efecto muy distinto sobre el cuerpo que el ejercido por la hormona masculina tes-tosterona. La testosterona promueve el incremento de masa muscular, fuerza y reducción de grasa corporal. Los niveles elevados de estrógeno resultan en incremento de la acumulación de grasa y niveles superiores de retención de agua.
«Se puede hacer dieta y acabar recortada aun siendo una adolescente» —explica Piwarunas—. Pero eso no resulta fácil. El cuerpo de una adolescente tiende a conservar hasta la última gota de grasa posible e intentar definirse para una competición se convierte en algo muy, muy difícil. Las dietas de competición son siempre duras, pero para las adolescentes la dureza se duplica.»
En breve, la testosterona es anabólica, el estrógeno, no. Por lo tanto, los cuerpos de los adolescentes
son altamente anabólicos —significando, entre otras cosas, que están bien dispuestos al desarrollo de la fuerza y el tamaño muscular— mientras que los de las chicas en edad de crecimiento no lo son.
Basta con fijarse en un campeonato de culturistas adolescentes para comprobar la diferencia inmediatamente. El cuerpo de un culturista masculino bien desarrollado, de 18 o 19 años, es virtual-mente el de un hombre. De hecho, cuando Arnold Schwar-zenegger tenía 19 años pesaba 110 kilos y casi gana el Mr. Universo a la misma edad. Casey Via-tor ganó el Mr. América. Lee Haney no estaba tan definido ni tenía tanto relieve o rocosidad a los 19 años como tuvo luego después, pero ya demostraba el 90 por 100 de su físico adulto de campeón.
Fijaos después en las adolescentes que compiten y obtendréis una imagen muy distinta. Unas cuantas competidoras pueden resultar sorprendentemente musculares, pero en realidad tienen muy poco que ver con las mujeres más mayores que compiten a alto nivel. Las chicas de esa edad pueden llegar a desarrollar un tamaño muscular y una fuerza muy superiores a todo lo que habíamos pensado previamente, pero si las comparamos con los chicos de la misma edad, veríamos que resultaría difícil llamarlas culturistas de competición.
«He visto a chicos llegar al gimnasio más delgados que los alfileres», —explica Hensley— «pero después de aproximadamente un año de entrenamiento habían añadido de 5 a 10 kilos de músculo sólido. Yo, por mi parte, siempre he tenido que pelear muy duro para cualquier logro que haya obtenido, por lo que en realidad les envidio cuando se ponen tan grandes a tanta velocidad.»
Pero después todo empieza a cambiar. A medida que una mujer entra en los 20 años, empiezan a declinar sus niveles de estrógeno. Por otra parte, sus niveles de testosterona —las mujeres también producen de manera natural hormonas masculinas, pero sólo en la centésima parte de la producida por el hombre— siguen siendo iguales. Eso las facilita desarrollar físicos de competición a medida que transcurre el tiempo.
Por supuesto, lo mismo se puede decir respecto al culturismo hecho simplemente como búsqueda de
«fitness». Una adolescente que encuentra dificultades para conseguir firmeza y esbeltez en el cuerpo, suelo hallarlo con mucha más facilidad en la década entre los 20 y los 30. Toda esa «grasa de bebé», que es básicamente el producto de altos niveles de estrógeno en el cuerpo, tiende a derretirse a medida que el equilibrio hormonal cambia con el incremento de la madurez.
EL TRABAJO DURO
Pero todo eso no sucede sin la compañía del trabajo duro. Para desarrollar el cuerpo, sea cual sea nuestra edad, y seamos o no hombres o mujeres, hace falta hacer ejercicio. En lo que se refiere al entrenamiento con pesas, los chicos pueden ver resultados más inmediatos, pero eso no significa que las muchachas no consigan nada por sus esfuerzos. Puede que no tengan el mismo nivel de respuesta a sus entrenamientos que el de los chicos, pero no obstante se les producen cambios lo suficientemente notorios.
Aunque una adolescente puede ser capaz de dar forma, desarrollar y fortalecer su cuerpo hasta cierto grado (y a veces hasta llegar a conseguir unos resultados bastante aparatosos) para que los cambios se hagan auténticamente visibles, debe dejar pasar unos años hasta que sus niveles de estrógeno vayan disminuyendo. Pero los cambios están ahí. Los mismo que los adolescentes suelen volver frecuentemente de sus vacaciones transformados en unos mozos más grandes y fuertes debido a un súbito impulso de crecimiento, las mujeres jóvenes en la veintena que han trabajado sus músculos durante varios años pueden verse sorprendidas por uhds^ progresos muy rápidos después de haber atravesado un largo periodo de desarrollo lento.
«Durante los últimos años, —recuerda Hensley— he empezado a ver progresos en los músculos como resultado de mi entrenamiento en una forma que jamás había podido observar antes. Me doy cuenta de que los intensos entrenamientos que efectué desde que empecé a hacer culturismo cuando era adolescente, están empezando ahora a dar su fruto. Mis células musculares y el sistema nervioso han sido "programados" por mi entrenamiento culturista. Eso es todo, basta con esperar a que suceda.»
LAS ADOLESCENTES Y LOS ANABOLIZANTES:
¡LA PEOR FORMA DE ABUSO DE ESTEROIDES!
Las adolescentes, dice Alphie Newman, necesitan entender sus propios cuerpos, su química orgánica natural, de forma que no se sientan frustradas con su relativa falta de capacidad para desarrollar grandes músculos y recurran al uso de anabolizantes esteroides.
Cuando una adolescente ve cómo pueden desarrollarse las mujeres culturistas de la alta competición, siente la tentación de querer acelerar el proceso de desarrollo en sus propios cuerpos mediante el uso de fármacos anabólicos. Pero el equilibrio hormonal del cuerpo de una adolescente es un asunto tan delicado que proporcionar hormonas masculinas a las chicas jóvenes puede resultar en una catástrofe.
El proceso que controla el crecimiento y la madurez en las mujeres es sumamente complejo, y se hace aún mucho más cuando aparece en escena la hormona masculina. Por lo tanto, cuando introducimos artificialmente hormonas androgénicas en el cuerpo de una chica, alteramos un elemento del sistema complejo, lo que llega a desequilibrarlo totalmente y puede resultar en efectos secundarios graves a largo plazo y a veces permanentes.
«Si sois culturistas serias —dice Alphie— necesitáis ser pacientes. Haced vuestro trabajo en el gimnasio, aprended todo lo que podáis respecto al entrenamiento y la dieta, presentaos a competiciones y conseguir la máxima experiencia posible. Al mismo tiempo y a medida que vaya madurando vuestro cuerpo, si la naturaleza quiere que os convirtáis en campeonas culturistas, veréis cómo comienzan a producirse en vuestro organismo los cambios necesarios.»