En determinados círculos, predomina la creencia de que nuestros antepasados poseían unos conocimientos que ahora se han perdido, como si los maestros de antaño se hubieran llevado sus secretos a la tumba. Habréis oído hablar del esoterismo; hay quien lo asocia con la magia negra. Pues no. Esotérico significa "oculto". Hace referencia a lo que no es asequible a todas las personas. Así, en alguna parte existen secretos trascendentales que aguardan a ser redescubiertos. No obstante, se trata de una opinión minoritaria.
En la sociedad moderna, sólo vale lo moderno. Todo lo nuevo, desde un dentífrico hasta la última estrategia de inversión, se convierte automáticamente en lo mejor, sobre todo si se envuelve con un lenguaje pseudocientífico que alabe sus virtudes con respecto a la fórmula original.
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Hace más de 20 años que se libra en el culturismo un debate que enfrenta al volumen y a la intensidad. A finales de los años 70 y principios de los 80, la disputa supuso la división de las filas de Arnold y las de Mentzer. Arnold defendía la realización de 20 series o más por parte corporal. Mike Mentzer recomendaba de cuatro a seis, aunque últimamente sugiere hacer sólo una o dos un par de veces a la semana. ¿Quién tiene razón? Arnold era, sin duda, el mejor culturista del mundo. Mike, que poseía un físico increíble, puede antojarse repelente, pedante y belicoso. Le gusta utilizar palabras grandilocuentes, hablar de filosofía e insultar a quien se muestre en desacuerdo con él. Sin embargo, nada de eso prueba la eficacia de ninguno de los dos métodos. Durante años, muchos de nosotros hemos cometido el error de no reconocer el valor del sistema de gran intensidad. Juzgábamos la teoría en función de su abanderado, no de sus propios méritos. Aquí tenéis dos verdades:
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• A menos que seáis una maravilla genética, no podéis entrenaros como los campeones.
• Sin fármacos, los campeones no pueden entrenarse como tales.
La realización de un volumen de trabajo excesivo representa un problema: conduce al sobreentrenamiento, a la inversión de los resultados y a las lesiones. Por otra parte, cuesta creer que una serie por parte corporal trabajará todas las fibras de un músculo como es debido. Los defensores del heavy-duty argumentan que si una serie estimula un músculo de la forma adecuada, lo demás sobra. Uno no puede evitar preguntarse: ¿Y si no? ¿Cómo se demuestra que un músculo se ha estimulado de la forma adecuada? Sencillamente, no se puede.
Otra de las falsedades que divulgan los partidarios del heavy-duty es que el mero hecho de permitir mover más peso convierte las repeticiones negativas en una técnica más productiva. Más peso significa más músculo, o al menos eso piensan. Pues se equivocan. Es como decir que dos poleas resultan más eficaces que una sola porque posibilitan el uso de una mayor cantidad de peso. Los músculos no saben —ni les importa— cuánto suman las cifras grabadas en los discos. Podéis manejar más kilos en las repeticiones negativas por la fricción que se produce en el interior de los músculos, lo cual no significa que esta técnica no tenga su valor. Lo tiene, pero no porque permita mover más peso.
Ambos bandos se han acusado de adoptar posiciones extremas. Mike censura a los defensores del volumen de trabajo por limitarse a afirmar que cuanto más, mejor. ¿Por qué conformarse entonces con 20 series y no hacer 100? Y señala lo necios que son por recomendar tontería semejante. Sus detractores le reprochan una filosofía que consiste prácticamente en no entrenarse. ¿Por qué conformarse con dos series una o dos veces a la semana y no hacer una cada seis meses? E indican lo necio que es por recomendar tontería semejante. Por el amor de Dios, esto es peor que la política.
A pesar de que cada persona posee sus características, existen unos parámetros generales comunes a todos los seres humanos. (Completar 1.000 series por parte corporal es tan mala idea como hacer una cada seis meses). Al entrar en los detalles de vuestro programa de entrenamiento, comprobaréis que el cumplimento de las normas se complica un poco. El metabolismo, la capacidad individual para digerir los alimentos y asimilar sus nutrientes, las actividades diarias y un millar de limitaciones más determinan la confección de un protocolo de entrenamiento*. No obstante, podéis seguir una serie de directrices:
A menos que seáis monstruos genéticos, no adoptéis las rutinas de los campeones. Otra cosa es que un campeón sostenga una teoría concreta en cuanto al orden de los ejercicios o una técnica inusual. En tal caso, meditadla y si os parece lógica, probadla. Si deseáis poner en práctica la rutina completa, sabed que casi con toda seguridad necesitaréis reducir el número de series como mínimo a la mitad.
Si habéis dejado de progresar con vuestro programa actual, dejadlo de inmediato. Lo digo en serio. No importa que sigáis el sistema de alto volumen, el de alta intensidad o el preferido del experto del gimnasio. O las repeticiones o los pesos deben aumentar entrenamiento tras entrenamiento. Aunque os parezca imposible, si vuestra rutina funciona de verdad, debéis observar un incremento de ambos factores. De lo contrario, olvidaos de ella. Cada día infructuoso que paséis en el gimnasio será un día perdido que no recuperaréis. Revisad con detenimiento qué coméis y cuánto, cómo os entrenáis, cuánto descansáis, cuánto dormís... Trazad un plan de acción y probadlo. Evaluad los resultados y no creáis que un experto puede aseguraros cómo responderéis a una rutina determinada.
Hay mucho que decir respecto a la reducción del número de series y de la frecuencia de los entrenamientos. Si pecáis por defecto, lo peor que puede pasar es que los progresos se ralenticen. Si pecáis por exceso, os sobreentrenaréis y os arriesgaréis a sufrir todo tipo de efectos secundarios, como una lesión, una enfermedad o la pérdida de tamaño y fuerza.
Analizad minuciosamente cualquier cambio que implique un incremento antes y, sobre todo, después de introducirlo. Si la modificación no se traduce en una mejora con cierta rapidez, casi nunca encontraréis remedio en los aumentos.
Una norma insípida, pero eficaz: en general, cuanto más sencillo, mejor. En filosofía se denomina principio de Occam. En pocas palabras, sostiene que la verdadera solución de un problema suele ser la que lo resuelve con el menor número de pasos o suposiciones. No es infalible, pero ayuda bastante. Tenedlo en cuenta cuando os presenten algo nuevo. La era prefármacos fue testigo de la aparición de físicos poderosos que se forjaron con movimientos básicos realizados en accesorios sencillos. Si no podéis desarrollar vuestros músculos de ese modo, no penséis que lo lograréis con una moderna máquina cromada o el suplemento más avanzado. |
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Recordad que un suplemento, un ejercicio o una máquina sólo será válido si os resulta eficaz. Si es así, adelante. Si no, dejadlo y a por otra cosa. Creedme, siempre hay algo más que podéis probar.