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Entrevista con Rich Gaspari

Portadas y portadas, artículos y más artículos... Gaspari estaba en todas partes, eclipsando a su directo rival, Lee Haney, y relegando a un segundo plano a Mike Christian, Bob París y Gary Strydom. Ganó el Nationals, se proclamó Mr. Universo, se convirtió en el eterno segundo del Mr. Olympia y entró en la historia del culturismo, todo antes de cumplir 30 años: una trayectoria que no ha conseguido igualar ninguna de las superestrellas de nuestro tiempo. Rich Gaspari ha dejado una huella indeleble.

gaspary haney Desde mediados de los años noventa, Rich camina por un sendero ligeramente distinto. La competición ha dejado de ser una prioridad (aunque lleguen a sus oídos los cantos de sirena del Masters Olympia). Ahora triunfa como empresario con su propia línea de complementos nutricionales y deportivos y todavía mantiene los atractivos que lo catapultaron al escenario más importante del culturismo. Amable, inteligente y risueño son adjetivos que describen a Gaspari. Ah, y una cosa más: continúa en una forma física impecable. ¿Qué más se puede pedir?

Rich habla con MuscleMag en la que es su primera entrevista desde hace 10 años, con declaraciones reveladoras y sinceras sobre cuestiones como el Olympia, la vida y la muerte, el estrellato y la WBF, entre muchas otras.

MuscleMag International: Bienvenido a las páginas de MuscleMag. Hacía mucho tiempo que no sabíamos de ti.

Rich Gaspari: Me alegra volver, Rod, de verdad. No tengo demasiado tiempo para entrevistas, pero eres tenaz, y eso me gusta. Me has cogido con ganas de hablar, así que, venga, dispara.

MMI: Vamos allá. En lugar de saltar de un tema a otro, ¿qué te parece si el propio Rich Gaspari empieza a narrar su vida?

RG: Me parece una idea estupenda.

MMI: Pues al ataque.

RG: Hum... La vida de Rich Gaspari, ¿eh? Muy bien. Me crié en Edison (Nueva Jersey), una ciudad ni muy grande ni muy pequeña. Mi familia siempre ha estado muy unida. Yo soy el menor. Vivíamos en un vecindario fantástico: nos conocíamos todos; nos visitábamos y nos llevábamos comida... el típico vecindario italiano que se ve en las películas. De niño, mi pasatiempo preferido (además de soñar despierto) era leer cómics de superhéroes, sobre todo los de El Increíble Hulk. La idea de que un hombre pequeño y delgaducho se transformara en un monstruo gigantesco me fascinaba.

MMI: Por lo que he oído, ese personaje ha inspirado a bastantes culturistas.

RG: Es que las escenas de la transformación eran terroríficas y emocionantes. Y cómo lo dibujaban: furioso, verde, enorme. También lo veía en la televisión. Lou [Ferrigno] me causó una honda impresión. Cuando estaba en cuarto grado, iba a la casa de un amigo y leíamos los cómics juntos en el sótano. Su padre también guardaba números viejos de Músete Builder, y nos pasábamos horas y horas mirando las fotografías. No me lo podía creer: los superhéroes existían de verdad. Fue entonces cuando decidí que quería ser culturista.

MMI: Un momento que te marcó la vida. ¿Cuántos años tenías en cuarto grado? ¿Nueve? ¿Y ya pensabas en entrenarte con pesos en serio?

RG: No empecé entonces, pero la idea ya estaba allí. No dejaba de pensar en ello. El punto de inflexión llegó cuando tenía 13 años. Me diagnosticaron una mononucleosis grave y tuvieron que ingresarme en el hospital. Cuando me dieron el alta, pesaba unos 48 kilos; estaba consumido. Nuestro médico me recomendó que trabajara con pesos para recuperar parte de la fuerza. Me compré un libro de entrenamiento de Bruce Randall, con fotografías de Franco y Arnold, y seguí las rutinas. Las hacía en una banca de mi hermano mayor. Los

entrenamientos me ayudaron a ganar 27 kilos de músculo. Medía 1.70 y pesaba 75 kilos. La gente empezó a comentar lo fuerte que estaba para tener 14 años.

MMI: ¿Cuándo pisaste un gimnasio de verdad?

RG: Cuando estaba en primero de bachillerato, tenía un amigo que se entrenaba con pesos para jugar al béisbol. Nos colábamos en el gimnasio de la universidad, en el que había varias máquinas y pesos libres. Era emocionante, pero también peligroso, porque se suponía que no debíamos estar allí, no sin permiso. Al final, el preparador nos pilló, pero fue comprensivo y nos dejó seguir entrenándonos allí. Cuando acabó el béisbol, mi amigo dejó los pesos, pero yo continué. A los 16 años, pesaba 79 kilos. Entonces, decidí presentarme a una competición.

MMI: ¿Con sólo 16 años? ¡Vaya!

RG: Era el Physique 1979, un campeonato regional de Nueva Jersey. Participé en la categoría de juveniles y quedé sexto. Después de la competición, un juez me dijo algo que jamás olvidaré: "¿Sólo tienes 16 años y ya estás así? Llegarás lejos, chaval". No necesité nada más para seguir adelante. En 1980, volví a la misma competición y fui tercero y, por fin, al año siguiente, regresé a casa con el oro.

MMI: Uno de los chicos a los que derrotaste entró en la categoría sénior y venció, ¿verdad?

RG: Así fue Entonces comprendí que yo podría haber hecho lo mismo. Mi mundo cambiaba a gran velocidad y necesitaba parar: soy demasiado precavido. En aquel momento, competir a escala nacional era todavía un sueño. Pero yo tenía grandes sueños. Centré todas mis energías en conseguirlo. Las revistas estaban llenas de físicos que admiraba, de hombres que habían tenido comienzos humildes. Eso era lo que quería para mí.

MMI: Tan joven, seguro que en tu vida había otras cosas, aparte del culturismo...

RG: Tenía muchos objetivos, y uno de ellos era una buena educación. Después del bachillerato, estudié en la Universidad Rutgers el curso preparatorio para acceder a Medicina. Pero acabé en Administración de Empresas porque encajaba mejor con mi proyecto de convertirme algún día en empresario. Durante los dos años y medio que pasé en Rutgers, compaginé ambas actividades. Cuando no estaba estudiando, estaba en el gimnasio. ¡Casi no me quedaba tiempo para divertirme! Competí en el Jersey Classic de 1982 y gané el absoluto. Dos meses después, me hice con el Jr. Nationals y, en 1983. participé en el Nationals.

MMI: Recuerdo haberlo leído.

RG: Pues tienes una memoria magnífica. Al Antunk me dio bastante cobertura en la vieja Iron Man, cuando aún la editaba Peary Rader. El Nationals del 83 fue como un quién es quién del culturismo: Bob Paris, Rory Leidelmeyer, Matt Mendenhall, Mike Christian y Phil Williams. Quedé quinto, por detrás de Paris, Leidelmeyer, Mike y Matt. Ellos ya eran conocidos en el mundo del culturismo, mientras que yo era un crío que andaba por allí. ¡Imagínate! ¡Quinto! Aquello supuso un gran estímulo.

MMI: En la universidad, ¿cómo reaccionaba la gente?

RG: Me consideraban una especie de monstruo. Me miraban y me gritaban: "¡A ver esos músculos!". Iba a las fiestas de la fraternidad y me quitaba la camisa y posaba, pero no me emborrachaba ni hacía nada mato. Si quería ganar, debía tener la vista puesta en el premio. Y la tenía.

MMI: ¿No fuiste a California en 1983?

RG: En efecto. Ed Connors, quien dirigía la franquicia de Gold’s Gym. se me acercó y me preguntó si me interesaba mudarme a California para entrenarme allí. Era un sueño hecho realidad, una oportunidad fantástica. Naturalmente, la aproveché. Me entrené en el Gold’s Gym de Reseda. Allí había todo tipo de culturistas, personas sobre las que había leído en las revistas: Al Bedeles, Bertil Fox, Cory Everson, Fred Hatfield, Rick Wayne y Lee Haney. Me llevó algún tiempo creer que me entrenaba con mis héroes. Incluso ahora me estremezco al pensarlo.

MMI: Vaya, la oportunidad de conocer a Lee Haney. Poco imaginabais lo que os deparaba el destino.

RG: Haney era profesional y ya había ganado el Night of Champions. Impresionante: dorsales anchísimos y cintura muy estrecha. Y alto... un culturista verdaderamente excepcional. Su genética era perfecta. Pero también me cautivó su gran amabilidad. Un día, estábamos en el gimnasio y él me observaba. "Oye", me dijo, "te entrenas con dureza". Yo pesaba alrededor de 110 kilos. Había ganado bastante tamaño y estaba bastante bien. Empezamos a hablar y muy poco después me preguntó si quería ser su compañero de entrenamiento. Congeniamos desde el principio. Me ayudó mucho. Nos entrenábamos con un gran rigor. El iba a por el Mr. Olympia del 84, y su programa de entrenamiento y alimentación giraba en torno a ese objetivo.

MMI: ¿Cómo era la intensidad de los entrenamientos?

RG: Extrema. Sólo tenía 20 años, pero también un enorme deseo de triunfar en el culturismo. Lee y yo nos entendíamos muy bien; pensábamos de forma parecida. Incluso me fui a vivir con él. Los entrenamientos eran increíbles. Aprendí mucho de él. Mirando atrás, es una ironía.

MMI: ¿Qué? ¿Que con el tiempo te convirtieras en su más directo rival?

RG: Sí. No me lo imaginaba, ni creo que él se lo imaginara tampoco. A partir de entonces, por desgracia, nuestra relación cambió.

MMI: ¿ Sucedió cuando te preparabas para el Nationals del 84?

RG: Sí, y cómo. En el 83, era peso pesado. En el 84, competí como semipesado y gané mi categoría. Me enfrenté contra Moses Maldonado, J. J. Marsh y Tom Terwilliger. Después, fui directo al Mr. Universo, en Las Vegas. John Hnatyschack, Mike Christian y yo ganamos nuestras respectivas categorías. Éramos el equipo del Universo. Conseguí el carné profesional aquella noche y tuve la sensación de haber cumplido mi objetivo al fin.

MMI: Mr. América y Mr. Universo con tan sólo 21 años. Es evidente California impulsó tu carrera.

RG: Lo cierto es que no me quedé en California. Yo soy un chico de Jersey y no estaba hecho para vivir permanentemente en California. Sentía una añoranza terrible y supuse que no necesitaba estar en California para progresar como profesional. Volver a casa fue genial; incluso regresé a mi gimnasio de toda la vida. La gente se mostraba muy cordial conmigo dondequiera que iba. Me convertí en una especie de héroe local. Nueva Jersey es mi hogar. Allí están mis raíces.

MMI: ¿Aún tenías sed de éxito?

RG: ¡Mucha! Cuando me marché de California, me di cuenta de los lejos que había llegado. Ser un ejemplo para los demás implica cierta responsabilidad, y quería hacerlo bien para demostrar lo que puede conseguirse cuando estás decidido a triunfar. Mi siguiente competición fue el Night of Champions. En el Nationals, había participado con 85 kilos, con los semipesados, pero no era mi verdadero peso. Mi cuerpo hablaba por sí mismo y volvió a adquirir las dimensiones de un peso pesado. Tenía intención de asombrar al mundo del culturismo en el Night of Champions.

MMI: Y lo hiciste: glúteos definidos, unas estriaciones increíbles, músculo duro y de calidad y todo ello envuelto en una espectacular rutina de poses. No creo que nadie hubiera visto nada parecido.

RG: Logré mi propósito y quedé segundo, detrás de Al Beckles. Muchas personas creían que debería haberle ganado, pero sólo tenía 21 años; era un novato. Me quedaban muchos años por delante, y la verdad es que había llegado muy lejos en muy poco tiempo.

MMI: Y ocurrió: el Olympia de 1985.

RG: En aquel preciso instante supe que el Olympia del 85 sería el paso siguiente. Una vez más, me entrené como un loco. Esperaba hacer un buen papel, pero cuando quedé tercero no me lo podía creer. ¡Tercero! Y tenía 22 años. Lee Haney, Beckles y yo. Rod, amigo mío, la sensación que tuve al oír la clasificación no puede describirse con palabras.

MMI: Sergio regresó aquel año. ¿Qué opinas de El Mito?

RG: ¡Dios, estaba increíble! Lo más emocionante de mi vida ha sido estar en el escenario con Sergio Oliva. Ese hombre ha fascinado a toda una generación. Es un símbolo, y allí estaba yo, posando junto a él. Fue todo un privilegio. Mira, se me pone la carne de gallina otra vez.

MMI: Con una victoria tan inesperada, tu mundo debió de cambiar de la noche a la mañana.

RG: Ya lo creo. Recibía montones de ofertas publicitarias, aparecí en un sinfín de portadas y concedí innumerables entrevistas. Era fantástico porque podía hacer exhibiciones y ganarme la vida como profesional. Casi todos los fines de semana viajaba a ciudades o países distintos para posar o impartir seminarios. Siempre me he mostrado accesible con la prensa. Me mantenía en forma después de las competiciones porque quería estar bien para las fotos. La gente quiere verte como en el escenario, así que no puedes hartarte de comer fuera de temporada.

MMI: ¿No habías firmado un contrato en exclusiva con Joe Weider? Siempre aparecías en Muscle and Fitness y Flex.

RG: No, no me pagaba. En principio, no tenía contrato con él. Si me necesitaba para anuncios, artículos, promociones y cosas así, allí estaba, pero me ganaba la vida con los seminarios y las exhibiciones. Hoy, es diferente. Los profesionales tienen contratos. Me llamaban muchos promotores, así que no me faltaba trabajo. Yo me buscaba la vida. No necesitaba que nadie se llevara una parte de mis ingresos.

MMI: Tu siguiente competición, el Pro World, fue otro triunfo.

RG: Arnold iba a organizar un campeonato, llamado Pro World, en la primavera del 85 y mi objetivo era vencer en una competición profesional. Era la ocasión perfecta. Me presenté con los glúteos definidos, la piel fina como el papel de fumar y bastante tamaño. Con 97 kilos, estaba recortado hasta la médula. Gané sin dificultades —todos los jueces me concedieron el primer puesto— y derroté a mi adversario. Mike Christian.

MMI: El expreso Rich Gaspari estaba en marcha.

RG: Puedes estar seguro. Escalaba posiciones en cada competición, Rod. El culturismo era lo único en lo que pensaba. Quería ser lo mejor posible. Mis héroes eran Arnold. Franco. Robby Robinson, y verme junto a ellos era mi mayor ilusión. Has oído hablar de la visión de túnel, ¿verdad? Bueno, pues la victoria era lo único que yo veía.

MMI: Hermano, no sé cómo sobreviviste. Desde luego, con la preparación de las competiciones, los seminarios, las exhibiciones, las sesiones fotográficas y la publicidad, no cabe duda de que no tendrías ni un minuto de descanso.

RG: Si quieres que te diga la verdad, no sé cómo lo hacía. No paraba. Tenía tantos seminarios y exhibiciones que debía cancelar algunos para poder respirar. Pasé de ser un joven desconocido de Nueva Jersey a convertirme en un culturista profesional con unos ingresos anuales de 100.000 dólares. Fue una experiencia increíble: veía mundo, y millones de personas me admiraban. Habría sido muy fácil que se me hubiera subido a la cabeza, pero no perdí el control. Creía en mí mismo y en mis aptitudes. Tal vez me perdiera salir por la noche y beber, pero ¿cuántos jóvenes viajan a Argentina, Brasil, Chile y Egipto en un solo año?

MMI: ¿Cómo era tu amistad con Haney? ¿Cambió después del Olympia del 85?

RG: Siempre hemos sido amigos, pero nuestra relación se resintió un poco cuando fui avanzando en el culturismo, lo cual es comprensible. Haney estaba en el Pro World y preguntó a Artie Zeller su opinión sobre mis posibilidades en el Olympia siguiente. Zeller le dijo que había mejorado mucho. Después de aquello, noté una actitud distinta en Lee. Ya no me veía sobre todo como a un amigo. De repente, me había convertido en un adversario.

MMI: ¿Y cómo reaccionaste tú?

RG: Me molestó. Lee y yo estábamos muy unidos cuando vivíamos juntos. Siempre le respetaré; es todo un caballero. Pero parece que después del Pro World perdimos aquella confianza. Teníamos un trato amistoso, pero no exactamente de amigos... no sé si me explico. La máquina de la publicidad avivaba la rivalidad, pero nuestra relación sobrevivió y sigue siendo bastante estrecha. Yo representaba al culturista trabajador y con una mejor puesta a punto y él, la predisposición genética a los hombros anchos y la cintura estrecha. La gente de la calle pensaba que, con fuerza de voluntad, podía lograr un físico como el mío. Yo era accesible, mientras que Lee parecía... bueno, sobrehumano.

MMI: Y, luego, en el Olympia del 86 os visteis las caras.

RG: Fue el comienzo de mi rosario de segundas plazas. Estaba convencido de que lo iba a conseguir, de verdad. No ganar me desilusionaba, pero no me rendía: me serenaba y me entrenaba con más dureza aún. Pero, en cierto modo, tanta dedicación me perjudicó. Mi relación con las chicas se deterioraba porque no podía prestarles la atención necesaria. Estaba completamente concentrado en el culturismo.

MMI: El Olympia del 87 vio a un Rich Gaspari nuevo y mejorado, pero Haney no hizo concesiones.

RG: Pensaba que si había subido de tercero a segundo, lo lógico era que en la siguiente ocasión fuera primero. Me decían que Lee me ganaba porque tenía más masa, así que decidí competir con el mayor peso de mi vida: 101 kilos. Fue un error. Los jueces también valoraban la estética y la puesta a punto. Estoy seguro de que aunque hubiera presentado ese tamaño en las competiciones de los años noventa, nada habría cambiado.

MMI: Tu tamaño era asombroso, muy por delante de tu tiempo.

RG: Sí, tenía hombros anchos, vascularidad, dureza, pero me fallaba esa imagen ultrarrecortada. Había creado un estándar personal, y no me perdonaban que no lo cumpliera. Básicamente, competí contra mí. no contra Lee Haney. Fui demasiado ambicioso y volví a quedar segundo.

MMI: Te resarciste en el Grand Prix.

RG: Quería hacerlo bien: mi objetivo era ganar. Haney me venció en una de las competiciones del Gran Prix y yo gané las demás. Era el número dos del mundo, pero todos iban a por mí. Lee Labrada, Bob París, Gary Strydom, Berry DeMey, Mike Christian y Mike Quinn me pisaban los talones, sobre todo Labrada, con su extraordinaria estética. Me tenían en el punto de mira. Además, por entonces estaba muy ocupado con las exhibiciones y otros compromisos. El estrés llegó a ser insoportable.

MMI: Descríbenos tus actividades.

RG: Bueno, fue un año cargado de exhibiciones y seminarios, lo que significaba viajar por todo el mundo. Tenía un club de fans y novia, y empezamos a vender videos, cursos de entrenamiento y nutrición y fotos. Combinar todo uso con la preparación del Olympia del 88 era muy complicado, pero logré compaginarlo. Me entrenaba en el Gold’s Gym de Venice Beach y vivía en el Marina Pacifica Motel. El Olympia iba a disputarse en Los Ángeles, y quería estar cerca de mis rivales.

MMI: Tu actuación en el Olympia del 88 impresionó a todo el mundo. Supuso un regreso agradable a la forma, pero con una gran diferencia.

RG: Recuperé mi imagen simétrica y definida y aporté más calidad muscular. Sin embargo, el Olympia se me resistía. Empezaron a escribir artículos en los que decían que Rich era siempre la dama de honor y nunca la novia. Después de aquello, fui al Grand Prix, siete competiciones muy duras. Lee Labrada me seguía de cerca, y yo lo sabía. Consiguió tres victorias, frente a las cuatro mías. Créeme, Rod, me costó mucho mantenerme en forma para competir en ese circuito. Me dejé la piel porque quería ganar a toda costa.

MMI: Labrada recibió mucha publicidad.

RG: Fue un triunfo personal. ¿Quién puede culparle por ello? Había vencido a Rich Gaspari, el número dos del mundo. Aquello significaba que yo era vulnerable, y generó comentarios a favor de Labrada. Yo procuraba tomarme las derrotas con filosofía, pero no me gustaba que mi armadura tuviera resquicios.

MMI: Parece un caso claro de agotamiento.

RG: Sí. El Grand Prix acabó conmigo. Y, además, tenía problemas discales en la zona lumbar. El entrenamiento pesado empezaba a pasar facturar, pero no dejé que eso se interpusiera en mi camino. A pesar de todo, seguí con las exhibiciones y los seminarios. Estaba muy solicitado y rara vez rechazaba una oferta.

MMI: Y, mientras tanto, te preparabas para el Arnold Classic. Teniendo en cuenta las decepciones que acababas de sufrir, ¿qué sentiste al proclamarte vencedor?

RG: Estaba en el séptimo cielo. Ganar el Arnold Classic trajo consigo una gran publicidad. Ocurrió en el momento más oportuno. No olvides que empecé a competir a los 17 años y que tenía 26, así que llevaba en la brecha 10 años consecutivos. El Classic representó un punto culminante en mi carrera, una reafirmación de mis aptitudes como culturista profesional. Pero ¿sabes una cosa? Me sentía viejo y cansado. Había perdido la chispa y no lograba recuperarla.

MMI: ¿Pensaste en algún momento en anticipar tu retirada?

RG: Pensaba muchas cosas, Rod. No tenía claro nada, salvo mantener el status quo. Me entrené, hice más exhibiciones y seminarios y pasé bastante tiempo en Italia. Chapurreaba el italiano, pero acabé hablándolo con fluidez. Viví allí tres meses. El Olympia del 89 iba a celebrarse en Italia, así que decidí quedarme y prepararme allí, pero fue un gran error.

MMI: ¿Demasiado lejos de casa?

RG: Demasiado. Me encontraba a gusto en Italia, pero es otro país y no tenía las mismas sensaciones. Además, el equipamiento dejaba mucho que desear. Seguí otros consejos y lo eché todo a perder. La dieta se fue al traste. Debí presentarme más definido porque era lo que esperaban de mí. Quedé cuarto. Vince Taylor, el nuevo, me venció. Clasificarse entre los cuatro primeros del Olympia es una hazaña, pero la gente decía: "¡Uh!, estás acabado". Después de haber sido segundo todos esos años, supuso un paso atrás para mí. Me sentía mal, pero, si te soy sincero, también muy aliviado. Vivía en una especie de burbuja y no disfrutaba todo lo que una persona joven debería disfrutar. Me encantaba viajar, pero incluso eso se limitaba a mirar de pasada los monumentos famosos.

MMI: La vida ajetreada de un culturista profesional no es sólo glamour y emoción.

RG: Ni mucho menos. La preocupación, la tensión, la frustración y la rabia minan a cualquiera. Me apetecía retirarme, pero pensé que era un negocio y que a mí me estaba yendo muy bien. No tenía motivos para dejarlo. Un día de estos escribiré un libro. Sorprenderá al público. Pasan tantas cosas entre bastidores...

MMI: Nadie parecía estar en plena forma en el Olympia de 1990. El control antidopaje tuvo sus consecuencias. Ni siquiera Haney salió como de costumbre.

RG: Ben Weider había emprendido una cruzada para introducir el culturismo en los Juegos Olímpicos y consideraba que los esteroides representaban un impedimento. Me costó mucho competir en aquellas condiciones. Lee ganó. Labrada fue segundo y yo quedé quinto. Por lo que a mí respecta, no se trataba del mismo Olympia. Yo estaba bien y podría haberme clasificado en un puesto más alto. Sin duda, las cosas empezaban a cambiar para mí.

MMI: Lo has comentado antes. ¿Te refieres a que estabas quemado?

RG: Sí. Como persona, era muy intensa, quizá demasiado. Me mantuve al margen de muchas cosas, incluidas las importantes, como las muertes de mis familiares. No es que no me afectaran, sólo que no era Rich Gaspari la persona. Se había quedado atrás en algún punto del camino. Con tantos compromisos, compitiendo todos los años, debería haberme dado un respiro. A causa de ello, me sentía unidimensional, como si el viento me hubiera rasgado las velas.

MMI: Sin embargo, no prestaste atención a las señales de aviso y continuaste con tu ritmo frenético.

RG: Bueno, estaba teniendo bastante éxito en el culturismo; por eso decidí seguir compitiendo, pero por diversión, en vez de dedicar mi vida entera a la victoria. El público quena verme y yo obtenía unos ingresos sustanciales con las exhibiciones y los seminarios. Por entonces, veía el culturismo más como un negocio que como un deporte. Mi era fue la primera en la que los culturistas ganaban dinero compitiendo y ganando. Aquello animó a muchas personas a practicar este deporte, pero no por afición como podría pensarse. Era imposible. Estás preocupado por tu aspecto constantemente, siguiendo una dieta constantemente, sintiéndote fatal constantemente. Yo era muy crítico con mi imagen, y mantener un porcentaje bajo de grasa corporal todo el año causó estragos en mí. Empecé a sufrir lesiones.

MMI: ¿Qué hay de la WBF? He oído que te quería desesperadamente.

RG: Es una historia interesante. La Federación Mundial de Culturismo (WBF) era una organización nueva creada por el promotor de lucha Vince McMahon. Convirtió la lucha en una mina de oro y quiso hacer lo mismo con el culturismo. En 1991, justo antes del Olympia, convenció a un grupo de culturistas profesionales para que participaran en su espectáculo. Andaba tras nombres importantes, como Berry DeMey, Strydom, Jim Quinn... También se puso en contacto conmigo. Me ofreció una suma suculenta, muy superior a la que obtenía como chico Weider. Recuerda que con Joe no había contratos, aún no. No me faltaba dinero, pero me ganaba a pulso hasta el último penique. Yo era mi propio agente, quien llevaba los libros. Las revistas Weider me compensaban con publicidad.

MMI: ¿Cuáles eran los términos del contrato de McMahon?

RG: Me propuso un cuarto de millón de dólares anuales durante dos años. Puedes estar seguro de que es la decisión más difícil que he tomado en el culturismo. Pensé: "¡Guau! Con tanta pasta podría dejar las exhibiciones y dedicarme exclusivamente a entrenarme". Empezó un tira y afloja entre ambas organizaciones que me pilló en medio: o firmaba con McMahon o me quedaba con Weider. El Mr. Olympia aún corría por mis venas, y si me iba con McMahon, la puerta del Olympia se me cerraría al menos dos años. Weider me ofreció un contrato bastante interesante, pero no tanto como el de WBF. Aquella puja hizo que Joe viera el valor de contratar a sus estrellas, lo que favoreció enormemente al culturismo.

MMI: Pero no firmaste por la WBF. ¿Por qué?

RG: Se reducía a lo siguiente: si me marchaba con la WBF, se me prohibiría competir en la IFBB de por vida. Aunque me quedara con ellos sólo dos años, mi carrera en el culturismo profesional habría acabado. Con la WBF, tendría un salario; eso es todo. Imaginaba que prosperaría más con la IFBB y rechacé la oferta de McMahon. No te creas, estuve a punto de aceptar. Era muy tentador, pero no me dedicaba al culturismo por dinero, sino por afición. Al final, me quedé con la IFBB. Aún deseaba ser Mr. Olympia.

MMI: ¿Te has arrepentido alguna vez de tu decisión?

RG: Oh, sí, muchísimas veces. Para empezar, la IFBB no llegó a aplicar la prohibición permanente. Podría haber aceptado el dinero de McMahon y seguir con la IFBB, pero fui leal. Aquello allanó el terreno para que ofrecieran contratos a los atletas. Por eso este deporte es ahora más lucrativo. AI menos, salió algo bueno. La WBF fracasó; duró tan sólo tres años. Numerosos culturistas pagaron una sanción y regresaron a la IFBB, pero ninguno ha tenido demasiado éxito. Incluso Strydom ha dejado de competir.

MMI: El Olympia del 91 no fue sólo el último de Haney, sino también de Gasparí. ¿Supuso un punto de inflexión en tu carrera?

RG: Sí. Me preparé, pero estaba quemado. No tenía ilusión, y la idea de competir ya no me atraía. Obtuve una mala clasificación. Quedé entre los 10 primeros, pero bajé unas cuantas posiciones. Fue devastador.

MMI: Te encontrabas en una encrucijada.

RG: El Olympia estaba cantado. El dinero que ganaba con el culturismo se convirtió en mi motivación y cambió por completo el concepto que tenía de ese deporte, pero no me gustaba aquel cambio. De repente, el culturismo era más un trabajo que otra cosa. Mi carrera dio un giro de 180 grados. Había savia nueva, atletas que venían pisando fuerte, y pensé que tal vez había llegado el momento de hacerse a un lado.

MMI: Pero aún no era la hora... no hasta el Arnold Classic del 92.

RG: ¡En el que quedé séptimo! Un descalabro con respecto a mis posiciones habituales. Fue lu gota que colmó el vaso. Se acabó. Diversos factores, y no sólo las bajas clasificaciones, me llevaron a tomar aquella decisión. Me acababa de divorciar y mi vida personal se había desmoronado. En el aspecto profesional, las cosas siguieron adelante. Compré un gimnasio en 1990 y le dediqué todas mis energías. Pero la verdad es que no era feliz. Pensaba que debería haber llegado más lejos después de haber sido campeón del mundo. No quiero parecer arrogante, pero había conquistado bastantes títulos —me conocían en todo el planeta— y sólo tenía 29 años. No quería de ningún modo pasar a la reserva. Triunfar tan joven fue un arma de doble filo. No creo que se pueda mantener esa intensidad tantos años. Terminas por pagar las consecuencias. En lugar de volver a la carga, abandoné por completo la competición.

MMI: ¿Te liberó Joe del contrato?

RG: Estaba agotado. Rod. No quería volver a competir. Weider rescindió el contrato y dejé de entrenarme durante casi seis meses. Mi vida se calmó un poco, pero continuaba trabajando 12 horas diarias en el gimnasio, además del entrenamiento personal. También hacía exhibiciones y seminarios, pero menos que antes. Aquel ritmo más relajado me dio la oportunidad de meditar. Necesitaba ver dónde había estado y adonde iba, porque tenía clara una cosa: Rich Gaspari no era feliz. Al cabo de un tiempo, me sentí lo bastante bien como para entrenarme de nuevo, y no es que hubiera dejado de estar en forma.

MMI: ¿Qué te hizo volver?

RG: El bichillo del culturismo. que lo llevo en la sangre. No puedes librarte de él. Decidí competir en 1994 e intenté prepararme en seis meses, pero no era tiempo suficiente. Fracasé. Era la primera vez en mi vida que no me clasificaba entre los 10 primeros. Entrenarme con la vista puesta en un objetivo me motivaba, pero necesitaba mis tiempo. Volví a competir al año siguiente, contra Ronnie Coleman, Wheeler y Dillett en el Canadá Cup. Ganó Coleman. Yo fui quinto. No estaba mal. pero tampoco era una victoria. En 1996 Competí de nuevo, con resultados negativos. Desaparecieron las ganas de no hacer nada más que comer, dormir y entrenarme. La vida era otra cosa.

MMI: En 1997, se rumoreaba lu regreso. ¿Era cierto?

RG: Sí. Como he dicho, no podía evitarlo. Había ganado tamaño y dureza — 110 kilos— y había pensado en participar en el Canadá Cup y en el Night of Champions. pero ocurrió lo peor: sufrí una lesión en el cuello que me tuvo en cama dos meses. Pase de manejar mancuernas de 68 kilos a no poder ni sujetar una barra de 20 con el brazo derecho. Tenía un nervio pinzado. Cada vez que me movía, un dolor insoportable me recorría el brazo. Tenían que darme de comer en la cama. Ni siquiera podía estar de pie. Mi peso bajó de los 110 a los 85 kilos. Los médicos me dijeron que no podría entrenarme ni competir. Pero en cuanto fui capaz de moverme regresé al gimnasio. Empecé haciendo aperturas con cinco kilos y, poco a poco, fui recuperando la fuerza. Fue una experiencia frustrante.

MMI: Viéndote, nadie diría que hace apenas cuatro años pesabas 85 kilos. Estas en condiciones de competir.

RG: Gracias. En realidad, la lesión me sirvió de mucho. Mientras me restablecía, tuve tiempo de reflexionar. ¿Qué quería hacer con mi vida? La vertiente comercial del culturismo siempre me había parecido interesante. Había estado trabajando para Apex, un programa nutricional por ordenador y de repente se me ocurrió: ¿por qué vender el producto de otro cuando yo puedo hacerlo mejor? Había estudiado nutrición en la universidad y podía desarrollar mi propia línea de suplementos. Así nació Gaspari Nutrition.

MMI: ¿Le dedicas todo tu tiempo?

RG: Sigo entrenándome cinco días a la semana, una hora y media por sesión, pero lo primero es mi negocio. Mi peso ha subido ya a los 103 kilos. La imagen es imprescindible en una empresa como la mía. Deben ver los resultados de tu programa de entrenamiento y alimentación. Al principio, las cosas fueron despacio e incluso vendí el gimnasio porque me alaba demasiado. A partir de ahí, empecé a ser más empresario que culturista.

MMI: ¿Cómo? ¿Has terminado con el culturismo de competición? No digas eso, Rich.

RG: Puede que vuelva. ¿Quién sabe? La única competición que estoy considerando —pienso en ella continuamente— es el Masters Olympia. Cuando eres culturista, es para siempre. Ahora aplico a los negocios la disciplina que adquirí en el culturismo. Es la misma disciplina, la misma concentración; no hay otra manera de triunfar. Compito contra compañías grandes y hago que mi empresa crezca... como creció mi cuerpo.

MMI: Atacas por todos los frentes. La página web es estupenda, y ahora se te ve más. Todos nos preguntábamos qué había sido del gran Rich Gaspari. Pues ya lo sabemos.

RG: La web ha tenido un valor incalculable como herramienta comercial. Describe mi línea de productos y todo lo que ofrezco. También hemos abierto una línea de teléfono gratuita para resolver las dudas de los consumidores. Además, he empezado a actuar como juez en la IFBB. Es divertido. Ahora los profesionales me ven al otro lado. He juzgado el Night of Champions y campeonatos de fitness femenino. No puede decirse que sea fascinante, pero me gusta estar en contacto. También patrocino competiciones, como el Ms. y el Mr. Olympia. Resulta gratificante que te consideren una leyenda viva y haber inspirado a otras personas.

MMI: Tengo entendido que 1999 fue un año duro para ti: perdiste a tu padre.

RG: Ha sido, seguramente, la experiencia más difícil de mi vida. Siempre he estado muy unido a mi familia, y mi padre era una de las personas que más han influido en mi carrera y uno de mis mayores admiradores. Lo perdí en febrero de 1999. Era mi padre y mi amigo. Estaba muy orgulloso de mí. Tuve mucha suerte, pero aún me duele recordarle. Vino a este país sólo con un sueño. Tenía más de 40 años y volvió a empezar de cero: fundó un negocio, alimentó a su familia y construyó viviendas. Es una historia alentadora. ¿Qué haces cuando la vida no te sonríe? Él no dejaba que nada lo abatiera. Era muy valiente y no querría que me rindiera. Le echo mucho de menos, todos los días. Pero debo seguir adelante. Él cuida de mí. Lo sé.

MMI: Te entiendo muy bien.

RG: Aconsejo a todo el mundo que quiera a sus padres y a sus hermanos. La vida es corta, así que hay que intentar aprovecharla en todos los sentidos.

MMI: Me parece una filosofía de la vida magnífica y la manera perfecta de concluir esta entrevista. Hoy he aprendido mucho.

RG: Bueno, Rod, a veces se sube y a veces se baja. Ahora, estoy volviendo a subir. La fama y la gloria no son eternas. Gracias a Dios, no he cambiado ni he olvidado mis raíces. Aquel niño al que le gustaba leer cómics sigue dentro de mí. Encuentro algo interesante en todo lo que hago. ¿Y el futuro? Prometedor.



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